El hombre, como criatura de Dios, está llamado a darle culto y en ello descubrir el sentido de su vida. Esto es el primer mandamiento: «Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto» (Mt 4,10).
El cristiano, que recibe la gracia del Espíritu Santo, está llamado a adorar a Dios Trino en espíritu y verdad, de la mano del Espíritu, que nos introduce en las realidades espirituales y celestes.
No hay nada más importante y no hay nada más excelso que el hombre pueda hacer en su vida. Pero la adoración, más que un acto o un tiempo que dediquemos al Señor, exige un estilo de vida: el adorador no sólo «hace» adoración, sino sobre todo «es» un adorador, y toda su vida está marcada por el sello de la adoración y de su cada vez más profunda comunión con Dios. En adoración, verdadero «taller de la transformación», el Señor nos modela, nos transforma y nos hace cada vez más semejantes a él.
La Comunidad Jerusalén no sólo trata de vivir esta llamada como algo central de nuestra vida personal y comunitaria, sino que tratamos de «extender» la adoración, guiando encuentros de adoración abiertos, periódicos o semanales, charlas y cursillos, en diversas localidades.
Algunos libros de la Comunidad Jerusalén sobre la adoración:
Al Señor tu Dios adorarás